habría que...
sábado, 15 de septiembre de 2012
viernes, 14 de septiembre de 2012
jueves, 13 de septiembre de 2012
la risueña incertidumbre
Una de las cosas que más pueden afectar la tranquilidad de
una persona en una travesía, es la incertidumbre en las relaciones. Bastaría un
recuento de alguna semana sobre lo que se genera por algunos seres mitológicos.
Si la incertidumbre es una afección que genera un caos
indeseable, bien podría concluirse que la certeza soluciona el asunto. Lo cual,
en realidad es ingenuo pensarlo. No son las certezas las que nos dan
tranquilidad, son las creencias en las certezas las que apacientan el espíritu.
La incertidumbre, ordinariamente la hacemos a un lado con la
creencia de determinada certeza. Sin embargo, muchas de las certezas que
poseemos, las aceptamos para poder continuar con nuestra vida. Lo hacemos por
un sentido pragmático, hasta aquí el asunto va bien. El problema viene en el
momento de la reflexión, porque entonces buscamos certezas producto de una
teorización y caemos en una disyuntiva aparentemente irresoluble: o aceptamos
la creencia en alguna certeza o aceptamos que no existe certeza alguna y nos
sobreviene el caos.
En la realidad común y corriente de las relaciones
interpersonales, la única certeza es que no existen certezas de vínculos
perennes, de ningún tipo. Si existieran las certezas en este ámbito, la vida
sería aburrida.
La ventaja de aceptar que no existen certezas, es que lo
único que nos queda es la incertidumbre como única opción. Por el contrario parte,
si la única forma de darle la espalda a la incertidumbre es tener fe en una
certeza, eliminamos la posibilidad de sorprendernos ante la consecución de las
situaciones y relaciones en que estamos inmersos. Ese momento en el que resulta
cualquier situación posible que hayamos considerado o ignorado, puede ser,
efectivamente, caótica, pero no por eso necesariamente indeseable.
¿Qué hacer ante este caos? Este océano tempestuoso pudiera
ser tranquilizado con ayuda de las certezas. O bien, navegado en su furia, con
una gran tranquilidad si nos inscribimos en la creencia de estas ninfas
marinas. Pero un océano sin olas sería aburrido… un mar incierto, siempre es
más interesante, disfrutable, tal vez peligroso, pero bastante divertido… y con
el canto de la incertidumbre, la risa da para seguir adelante.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
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