jueves, 13 de septiembre de 2012

la risueña incertidumbre


Una de las cosas que más pueden afectar la tranquilidad de una persona en una travesía, es la incertidumbre en las relaciones. Bastaría un recuento de alguna semana sobre lo que se genera por algunos seres mitológicos.

Si la incertidumbre es una afección que genera un caos indeseable, bien podría concluirse que la certeza soluciona el asunto. Lo cual, en realidad es ingenuo pensarlo. No son las certezas las que nos dan tranquilidad, son las creencias en las certezas las que apacientan el espíritu.

La incertidumbre, ordinariamente la hacemos a un lado con la creencia de determinada certeza. Sin embargo, muchas de las certezas que poseemos, las aceptamos para poder continuar con nuestra vida. Lo hacemos por un sentido pragmático, hasta aquí el asunto va bien. El problema viene en el momento de la reflexión, porque entonces buscamos certezas producto de una teorización y caemos en una disyuntiva aparentemente irresoluble: o aceptamos la creencia en alguna certeza o aceptamos que no existe certeza alguna y nos sobreviene el caos.

En la realidad común y corriente de las relaciones interpersonales, la única certeza es que no existen certezas de vínculos perennes, de ningún tipo. Si existieran las certezas en este ámbito, la vida sería aburrida.



La ventaja de aceptar que no existen certezas, es que lo único que nos queda es la incertidumbre como única opción. Por el contrario parte, si la única forma de darle la espalda a la incertidumbre es tener fe en una certeza, eliminamos la posibilidad de sorprendernos ante la consecución de las situaciones y relaciones en que estamos inmersos. Ese momento en el que resulta cualquier situación posible que hayamos considerado o ignorado, puede ser, efectivamente, caótica, pero no por eso necesariamente indeseable.

¿Qué hacer ante este caos? Este océano tempestuoso pudiera ser tranquilizado con ayuda de las certezas. O bien, navegado en su furia, con una gran tranquilidad si nos inscribimos en la creencia de estas ninfas marinas. Pero un océano sin olas sería aburrido… un mar incierto, siempre es más interesante, disfrutable, tal vez peligroso, pero bastante divertido… y con el canto de la incertidumbre, la risa da para seguir adelante.