En esta fecha pero en el año de 1936, Federico García Lorca, murió asesinado a los 38 años, por el franquismo, al inicio de la
guerra civil española, por cuestiones políticas y ser abiertamente homosexual. Se
le considera como el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura
española del siglo XX, y como dramaturgo, uno de los más importantes del teatro
español del mismo siglo. Es indispensable conocerle aunque sea un poco.
La noche no quiere venir
La noche no quiere venir
Para que tú no vengas
Ni yo pueda ir.
Pero yo iré,
Aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú no vendrás
Con la lengua quemada por la lluvia de sal.
El día no quiere venir
Para que tú no vengas,
Ni yo pueda ir.
Pero yo iré
Entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
Por las turbias cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni el día quieren venir
Para que por ti muera
Y tú mueras por mí.
Pequeño Vals Vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.
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