viernes, 24 de agosto de 2012

vivir en provincia





Provincia no siempre me parece provincia... he estado en lugares que ya no existen y en caso de conservarse ya no hay acceso libre. En esos sitios, mi imagen era parte del paisaje, misma silueta que sólo podía ser adjudicada a un vagabundo que no tuviera nada que hacer, o un desequilibrado mental planeando el suicidio.


Provincia no siempre me parece provincia... pasado el tiempo, provincia se vuelve una ciudad cosmopolita, con nexos a todo el mundo y casi la cuna de la cultura humana. Basta salir a andar de vez en cuando revisando cada detalle de las banquetas, cada fisura del piso que pasa bajo tu sombra, subiendo a una parte alta observando por un rato la ciudad completa rematada por los cerros, viendo como las copas de los árboles van creciendo conforme vas bajando, pasando de largo algunos... y deteniéndome en algún cedro, observo cada detalle, es el mismo cedro que conocí cuando medía menos de medio metro. 

En provincia puedes darte el tiempo de pararte junto a un árbol y ver el indistinto azul del cielo que sólo puedes disfrutar allí, las interminables callejuelas con trazo de telaraña sin ton ni son, las señoras platicando con el tendero que les conoce desde sus ancestros, mientras los niños jugando fútbol con una pelota de diez pesos, se divierten por intentar seguir una línea recta mientras la pelota zigzaguea en el empedrado de los viejos barrios. 

Provincia... el vivo sonido de los ruidos de provincia... te reclama recordarle con su vestido original, sus ruidos, sus aromas, ver los espacios entre edificios, casas, calles... esas vacías callejuelas que dejan pasar los aromas que no puedes encontrar en la cuna de la cultura humana… sólo en la caricia del azul verdoso de la naturaleza recuerdo que es provincia.


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